miércoles, 6 de enero de 2021

Actividades sociales de los profesores unetenses en los setentas

Recordando la visita a instalaciones petroleras en autobús, donde los profesores amenizaban el viaje con espontáneas manifestaciones artísticas. Foto: barinas.net 

 ** Cómo a la par de las responsabilidades en la Unet, los docentes realizaron sus actividades sociales.


por: Prof. Horacio Rey


 
No teníamos en esos tiempos ninguna instalación como la casa del profesor, pero éramos una familia bastante consustanciada con nuestro propósito de vida que no era otro que el de trabajar intensamente por la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET). 

Había grupos como el de los chilenos, los colombianos, los adecos, los copeyanos, los pedagogos, los matemáticos, los evaluadores, los ingenieros, etc.; pero, no desperdiciábamos oportunidades para reunirnos con el pretexto de oír las promesas de algún candidato al gremio o al cogobierno. Acudíamos al Centro de Ingenieros de la calle 14, o al aeroclub, o al radio club venezolano y era obligado en estas reuniones, respaldadas por la animación que nos lograba producir el buen whisky 12 años o las polares, comentar sobre los resultados de escrutinios, las actuaciones de los aspirantes, los acontecimientos de las asambleas, el quehacer de las autoridades y las aspiraciones personales o grupales.

El primer decano de docencia, Don Manuel Salas Mantilla, amante del trabajo, el buen vino y la música; lideraba con su violín un grupo de serenateros, secundado por el también violinista profesor y contralor Pedro Rosales, por el profesor Héctor Ortiz con la mandolina y por Getulio Zambrano, el esposo de nuestra querida Magaly Chacón(+), hermana de Miguel Arturo (+), que le daba tanto al cuatro como a la guitarra. A ellos se les unía el maestro evaluador: Roberto Valencia Patiño, con su trompeta a la cual llamaba cariñosamente “La Bicha”, y acompañados de las Profesoras Nancy Contreras y Magaly Chacón (+) y de Magaly Pernía y su esposo Raúl Estrada, caían en serenatas sorpresivas, o anunciadas, que interrumpían alegremente la placidez de esas noches sancristobalenses del año 76; debo decir, que ocasionalmente no eran bien soportadas por los destinatarios, especialmente cuando la trompeta irrumpía en solitario a altas horas de la noche.

Deporte, recreación y encuentros sociales

El deporte también estuvo presente desde los mismos inicios de la universidad, especialmente en football, basketball y softball; se generó alrededor de estas actividades, grandes amistades y liderazgos. Por supuesto, que este deberá ser un tema de alguna crónica especial, pero es imposible no mencionar por ahora a los responsables de grandes hazañas deportivas logradas bajo la conducción de profesores como Agustín Rodríguez, Luis Texier y Wilfredo Bolívar. 

Otros, con inclinaciones y capacidades menos atléticas, disfrutábamos con frecuencia de las cartas; y es un recuerdo bastante comentado, el de las interminables partidas de bridge entre las parejas Gutiérrez-Wong y Serrano-Rey, que posteriormente contagiaron también a los profesores Rafael Cárdenas y Tomás Neira.

En diciembre de 1976, se realizó en el Círculo Militar una reunión social para celebrar el fin de año. Los profesores y profesoras, incluyendo autoridades, acudimos en compañía de nuestros cónyuges y al ritmo que nos marcaba una buena orquesta, disfrutamos de una excelente noche en la que se eligió el mejor bailarín masculino, la mejor bailarina, y la soltera del año. Los ganadores fueron respectivamente los profesores: Luis Contreras Carrera, Hilda Velázquez e Ixora Gutiérrez Gotera quien fue electa, aclamada y admirada unánimemente. 

También había ciertos eventos sociales en los cuales sí predominaban algunos miembros por sus afinidades o características: Los colombianos agrónomos frecuentaban El Portón, local cercano a la plaza de toros en el complejo ferial; los chilenos eran frecuentes visitantes de la casa del Decano de Extensión Carlos Delgado Dugarte (+); los copeyanos, con bastante asiduidad, se encontraban donde El Cholo.

En estos primeros años hubo un par de salidas o paseos generalizados para todos los profesores, especialmente ingenieros que quisieran disfrutarlos: El primero, fue la visita al Complejo Hidroeléctrico Uribante Caparo; y el segundo, un viaje -por un par de días- al lago de Maracaibo, con el propósito de visitar las instalaciones petroleras. Los dos eventos se realizaron con una gran participación, y en ellos se aprovechaba la obligatoriedad de ir en autobús para ir amenizando el viaje con espontáneas manifestaciones artísticas, que al ritmo de la improvisación permitían criticar algunos aspectos notables del momento.


Un incidente increíble pero cierto

En general, la relación entre los profesores era cordial y de camaradería; por supuesto, con algunas excepciones notables que pasaron, por su carácter atípico, a ser parte del folklore dentro de la comunidad unetense de profesores. En una oportunidad, por ejemplo, la mutua mala relación de dos excelentes profesores de carácter bastante fuerte ambos, hizo que una reclamación, no muy caballeresca de uno de ellos, sobre la utilización de un salón de clase por parte del otro, concluyera en un inverosímil desafío a “duelo mortal” con las armas que de común acuerdo escogieran. No es cuento, es verídico.
Se hizo una cita en un lugar y hora determinada, y ambos acudieron a dirimir de tal manera sus diferencias por el incidente con el aula de clase. Afortunadamente, cuando uno de ellos se percató que efectivamente el asunto iba a ser resuelto en un duelo a muerte con pistolas, pues entró en pánico y pidió al otro profesor que dejaran las cosas de esa manera, que el asunto no era para tanto. Las pistolas y los padrinos se quedaron inactivos, y el incidente fue superado.

Era un cuento harto conocido que había mucho miembro de la APUNET: Asociación de Profesores de la UNET, a quienes les pegaba la locura y que aprovechando la cercanía entre la UNET y Peribeca, se fletaría un autobús para llevar hasta ese sitio a todos los profesores que por su condición mental así lo ameritaran. A quien a mí me contó tal historia, yo le dije que me alegraba de no estar en ese autobús. Sin embargo, al instante me preocupé porque mi interlocutor me dijo que no me alegrara tanto, pues él casi estaba seguro de que a mí me habían nombrado cobrador en el mencionado autobús...
 

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